Nebbiolo de las terrazas

Alrededor de 150 kilómetros al norte de las regiones vinícolas italianas de fama mundial Barolo y Barbaresco, existe otro vino excepcional, fruto de la variedad nebbiolo, que jamás ha adquirido tal fama caremainternacional, y para el caso ni siquiera nacional. En la población de Carema, sita en el norte del Piamonte y cerca de la frontera con el Valle de Aosta, se elabora un vino del mismo nombre desde la década de 1400 en un espectacular paisaje de viñedos en terraza.

La calidad del Carema era reconocida ya en el siglo XV, y fue uno de los vinos favoritos entre papas y cardenales en las cortes de Saboya. A principios del siglo XX era un recurso importante para los habitantes del municipio: una de sus principales fuentes de empleo y riqueza, así como un símbolo de identidad de la comunidad. La población era conocida como “paese vigneto”, un pueblo viñedo en el que las vides emparradas crecían alrededor de las casas y colmaban patios y jardines.

Los característicos viñedos de Carema están plantados sobre las terrazas que bordean un anfiteatro natural que se eleva desde los 300 hasta los 600 metros sobre el nivel del mar. Las terrazas permiten el cultivo del suelo en las empinadas laderas y también previenen la erosión. Para ello los productores han empleado un método para la formación de las vides que se adapta bien a las características medioambientales: un sistema de emparrado en torno a una estructura de traviesas apoyadas con frecuencia sobre pilares.

Además de mantener el sistema de emparrado, estos pilares de forma troncocónica cumplen otra importante función: la piedra absorve el calor durante el día y lo libera a lo largo de la noche ayudando así a mantener un microclima más suave entre las vides. El sistema se diseñó en su tiempo no solo como depósito de calor, sino para aprovechar el espacio al máximo con las verduras que crecían debajo del emparrado. El pueeblo es todavía hoy hogar de un puñado de trabajadores que saben cómo mantener el sistema de cultivo; los viñedos se trabajan manualmente con habilidades adquiridas a lo largo de los siglos.

Las características del vino proceden del terruño, de las uvas –un clon específico de la variedad nebbiolo que se ha adaptado a las condiciones locales- y de la labor de los viticultores. En nariz, el Carema es fresco y sutil, con notas florales y minerales; en boca es elegante, con taninos densos y gran persistencia aromática. Las uvas maduran menos en comparación con las del sur del Piamonte, y por ello es menos potente y más ácido que los Barolo o Barbaresco.

No obstante su excepcional calidad y su ilustre pasado, Carema se enfrenta hoy a un muy real peligro de extinción. Los viticultores han de bregar con toda una serie de dificultades en la práctica de tan heroica viticultura de montaña. La gestión de este tipo de terreno requiere habitualmente cuatro veces más mano de obra que un viñedo normal y el rendimiento no es alto. La intensiva labor de cultivo combinada con una venta a precios inadecuados ha provocado que las generaciones más jóvenes dejen de estar interesadas en asumir tales retos. De hecho, la edad media de un productor es de 60 años.

En 2014, la Fundación Slow Food para la Biodiversidad creó el Baluarte de Carema, un proyecto para la protección de productos tradicionales en peligro de extinción, en colaboración directa con los productores. El Baluarte se ha propuesto promover la viticultura tradicional de Carema, proteger su paisaje rural y salvaguardar su biodiversidad. Agrupa a todos los viticultores comprometidos con la adopción de prácticas agrícolas sostenibles: respetuosas con el medio ambiente y con la salud del consumidor de vino. El objetivo es favorecer la venta directa, a fin de asegurar mejores rendimientos para los productores, y facilitar el contacto directo con los consumidores a fin de restablecer el orgullo de unos artesanos por un notable producto.

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